Este cambio no se improvisa; se construye personalmente sin mirar constantemente a través de los demás. Vivir la vida con plenitud significa revisar los propios objetivos y deseos, desarrollar una estrategia para alcanzar las metas que uno se ha fijado, recuperar la confianza en uno mismo, dejar de querer complacer siempre a los demás y evitar encajar a toda costa en moldes profesionales, familiares o sociales solo para obtener algo de reconocimiento. Salir de la zona de confort significa huir de lo que uno odia y asumir riesgos para descubrir una nueva vida, llena de realización y plenitud en la que uno no cree lo suficiente. Nuestro entorno nos influye a través de diferentes formas de pensar, juzgar, criticar y desanimar, lo que modifica increíblemente nuestra percepción de que el cambio es posible. Somos los únicos dueños de nuestro futuro; no debemos sufrirlo, sino construirlo basándonos en nuestros propios sentimientos, y así devolver la esperanza y las aspiraciones a las generaciones futuras.
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